domingo, 1 de septiembre de 2013

Consejo de sabias: funciones



Se podría decir que 2013 no está siendo el mejor de los años. No lo digo en plan pesimista, todo lo contrario. Prefiero decir que no es el mejor de los años antes que contar que está siendo el peor en mucho tiempo. Y lo digo de verdad, porque lo que estoy aprendiendo durante los últimos meses son ese tipo de cosas que te hacen entender un poco mejor este mundo, a saber comprender o lidiar con el ser humano de una manera más efectiva o conocer un poco más cómo se gana a un juego del que a veces tengo la impresión que aprenderé a jugar como un profesional el día que no me queden fichas.

2013 está siendo el año en el que mejor me estoy conociendo. O mejor dicho, el año que mejor estoy conviviendo conmigo siendo consciente de cómo soy, asumiendo y actuando en consecuencia con ello. Dejando de lado esa pésima costumbre de hacer las cosas para no herir, enfadar o dejar de complacer al resto. Tener fe y confianza ciega es un lujo que algunos ya no nos podemos permitir.

El otro día tuve sesión del consejo de sabias. Así es como tres de mis mejores apoyos y yo hemos bautizado a las reuniones de amigas que tenemos cada ciertos meses (en los que Melilla se acerca un poco más a Madrid). Son una especie de divertida terapia de grupo donde el resto te tira de los pelos para arrastrarte fuera de tu círculo de estabilidad y que veas las cosas con perspectiva (o desde otro ángulo) para ser así más consciente de tu realidad.

En mi afán por seguir aprendiendo y conociéndome más, la lección del último consejo fue clara: las personas entran en tu vida con una función. Cuando la cumplen, salen de ella. Hay funciones que duran toda una vida y otras que solo unos meses. Algunas, apenas días. Es la explicación que una de las sabias daba al hecho de que gente que una vez fue imprescindible en tu vida, de repente, sale de ella.

Inevitablemente cuando me volvía a casa me puse a pensar en las funciones de las personas importantes en mi vida y en las funciones que tuvieron aquellos que un día dejaron de estar. Me di cuenta que la reflexión de aquella mujer sabia era cierta. Yo soy lo que soy, para bien y mal, por la influencia de esas funciones.

Y no puede evitar pensar en cuál ha sido tu función en mi vida. Inevitable también es entender cuál ha sido mi rol en la tuya ahora que me gustaría saber cómo se rellenan los relojes de arena para que los granos no dejen de caer nunca.

Llegué a casa y me puse el reloj de pulsera. Tengo claras ambas funciones, y he tardado mucho menos tiempo en responder a una de ellas. Lo curioso es que es en la que menos me lo esperaba.

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