miércoles, 23 de enero de 2013

Yo no soy Amy Martin


Parece ser que el director de la Fundación Ideas, Carlos Mulas, tiene registrados el nombre y logo de una columnista a la que nadie conoce y que cobra la friolera de 3.000 euros por artículo, ya versen sus ripios de la menstruación de la escarabaja pelotera o del último boom musical en Nigeria.

Nunca fui de números así que el trabajo ‘sucio’, y creo que el término es muy acertado viendo cuánto huele a mierda este asunto, me lo ha hecho Santiago González en su columna de hoy en El Mundo. Con tu permiso, Santiago. Resulta que la pluma de Amy Martin -que así es como se llama esta estupenda  (por su cuenta de ahorros) profesional- se cotiza más alto que las matildes allá cuando el señor López Vázquez las compró. Tres mil euros por artículo: 0,16 euros el golpe de tecla en castellano y, 0,10, en inglés.

Se me olvidaba comentarles que la tal Amy escribe también en inglés. Mismo artículo, con diferente número de caracteres en sendos idiomas, mismo precio. Con tres ceros, por supuesto. Haced vosotros el sonidito de la caja registradora mientras sale el símbolo $, porque a mí me están entrando ya ganas de vomitar.

¿Quién es Amy Martin? A estas alturas todos sabemos del alter ego de Mulas y su más que cuestionada forma de ganarse un sobresueldo. Su partido ya le ha puesto el punto y final a sus columnas. A mí, periodista con una pluma cotizada como en los tiempos anteriores a que Lincoln aboliera la esclavitud, ya no sé qué me indigna más de todo esto. Si que alguien sea capaz de inventarse a una plumilla para poder hablar de todo o si el hecho de que un columnista cobre a razón de 3.000 euros sus diarreas mentales haya pasado desapercibido para los ojos de todos hasta ahora.

Claro, espera. ¡Qué boba! Se me olvidaba eso de que los periodistas sabemos de todo, no madrugamos, vivimos de puta madre y tenemos unos sueldos envidiables por cualquiera, incluso por el director de la Fundación Ideas. El señor Caldera le ha pedido que devuelva los más de 50.000 euros percibidos por sus artículos. Yo propongo que los reparta entre los miles de profesionales denostados en este país. Si lo necesita, le envío mi número de cuenta. 

lunes, 21 de enero de 2013

Nos...

Nos quedó irnos de viaje
compartir locuras nuevas.
Nos quedó aquel tatuaje
de tus manos en mis piernas.

Nos faltaron desayunos
y caricias en la mesa.
Te faltó mirarme a solas
y pedirme que no me fuera.

Nos quedó un par de canciones
que bailar sin más vergüenza.
Nos sobraban tentaciones
y dejarnos de apariencias.

Nos faltaba el compromiso
nos quemaba la impaciencia,
de buscarnos sin permiso...

Anda vístete que ya no llegas. 

miércoles, 16 de enero de 2013

A punto...

Hoy me viene a la cabeza esta frase, una de mis favoritas de la literatura y del gran Milan Kundera. "Porque en este mundo todo está perdonado de antemano y, por lo tanto, todo cínicamente permitido". Una verdad como un templo que cada día puedo constatar. Ojiplática me encuentro ante el ser humano, todas sus soberbias y cada vez menos virtudes.

Sin embargo, y a pesar de que esta frase se ha convertido en algo de lo más habitual, no deja de encabronarme pensar que todo se pueda perdonar. El dolor, causar dolor, no se perdona, no debería perdonarse.

Estoy a punto de mandar todo a tomar por el culo.

He dicho.

jueves, 10 de enero de 2013

(Auto)crítica


A veces es bueno, necesario más bien, ponernos delante del espejo para hacer un poco de autocrítica. Evaluar nuestras acciones y ver las consecuencias que pueden tener en los que nos rodean. Porque, aunque el ser humano es egoísta por naturaleza, la gente que nos rodea es precisamente la que motiva o modifica lo que nosotros hacemos.

Cada día te pones en la piel de tu madre, tu padre, tus amigos, tu pareja, tu amante… Les intentas entender, comprender, les aceptas como son y actúas en función de su forma de ser, incluso supeditando tus acciones, tus deseos a ello. Supongo que a eso se le llama querer.

Sin embargo, ¿en qué punto dejamos de querernos a nosotros mismos para querer más al resto? ¿Por qué un día lo que quiere la otra persona, lo que necesita o a lo que está acostumbrado tiene que pesar más que lo que nosotros queremos, necesitamos o estamos acostumbrados?

Quizá mi autocrítica de hoy está en reconocer que no pido las cosas, que no digo qué necesito de manera directa. Que doy demasiadas vueltas esperando que la otra persona, con su particular y única forma de ser, se percate de lo que busco y actúe en consecuencia. Así que ahí va mi mea culpa:  yo (te) quiero. Solo necesito escucharlo también.  

lunes, 7 de enero de 2013

Mi lugar en el mundo


A veces, lo más complicado en este mundo es encontrar nuestro lugar en él. Ese espacio en el que te sientas tú mismo, en el que te sobredimensionas y sacas lo mejor que llevas dentro. Ese lugar donde reina la calma a la par que la tempestad, y ambas te sostienen, te hacen sentir vivo.

Un día, sin esperarlo, sin saber cómo ni por qué, encuentras ese lugar. Lo que nadie te avisó es que ese lugar ya tenía dueño. 


'Disfrutar de todos los placeres es insensato; evitarlos, insensible'. Plutarco

jueves, 3 de enero de 2013

De gatos y gatas

Siempre tuve respeto a los gatos. Nunca supe cómo actuar cuando tengo uno delante. Nunca supe descifrar las intenciones que se veían en sus ojos,  si eran buenas o malas. Pero como todo lo que me da miedo, siempre les mantuve la mirada, incluso sabiendo que podría llevarme un arañazo. Hoy he vuelto a comprobar que hay gatos a los que intento aprender a entender y que consiguen convertirme a mí en un felino. Sólo busco ronronear y acurrucarme cerca.

Desmontando mitos

Alguien me descubrió hace poco un proverbio oriental que reza así: Quien se sube en un tigre, no puede bajar de él cuando quiere. Hoy me pregunto si realmente eso es cierto. Esta persona asegura que es una verdad absoluta. Como que Dios no existe. Sin embargo, y aunque es perfectamente aplicable a muchos terrenos, y cierta en la mayoría de ellos, a mí me queda una pregunta. ¿Dónde está realmente el tigre del que no puedes bajar? ¿Sometiéndote bajo tu cuerpo o controlándote desde tu cabeza?

Es posible que el peor enemigo de uno mismo esté en su interior, en la falta de voluntad por querer hacer algo. Quizá los peores zarpazos son los de la propia mano. La más certera dentellada, la de la falta de lucidez. Y, el peor rugido, el de la ignorancia.

Desnudos


Las relaciones son como desnudarse. Te van despojando de capas a medida que avanzan.

Todo empieza con la primera acepción que aparece en el diccionario de la palabra desnudar. Quitar todo el vestido o parte de él. Es el momento de la intimidad física. Despojarse de los miedos, desvestirse de los pudores, guardar en el armario la ingenuidad y ponerse el traje de la piel de otro como si fuera la nuestra propia. Estás físicamente despojado de cualquier barrera física ante la otra persona.

Después llega la segunda acepción. Despojar algo de lo que lo cubre o adorna. Una vez que acaba la desnudez física, llega un punto en el que uno desnuda lo que lleva dentro. No siempre se hace con todo el mundo, pero cuando la otra persona lo consigue, -o tú dejas que lo haga-, te quedas como tu madre te trajo al mundo: con el alma en cueros.

Te quitas las capas de los estereotipos, te olvidas de lo que está bien, de lo que está mal. Te muestras tal y como eres. Sin armadura, sin escudo, sin lugar donde dejar reposar la espada para defenderte de los ataques. Te quedas vulnerable, recuperando la esencia de cuando eres un niño y no estás corrompido de bien y mal, de errores y aciertos.

Los que se permiten hablar de las relaciones como si las hubieran creado ellos, aseguran que la clave está en que esa desnudez nunca sea total. Basta quizá con dejarse los pendientes puestos. Dejar algo que siga siendo solo de uno mismo para que no dé tanto vértigo verse despojado de todo. Porque si no es así, dicen, se corre el riesgo de caer en la tercera de las acepciones. La que asegura que desnudar es desvalijar, desplumar a alguien.

Cuando uno está desnudo y no tiene bolsillos en los que los rateros pueden rebuscar el dinero, comienza a perder las joyas más preciadas que posee. Le desvalijan de ideas, de pensamientos, de sensaciones, de sentimientos…Y a través de los poros de su piel se marcha todo aquello que una vez juró no hacer pero que la realidad le impone de manera dulce, sin que exista resquicio a oposición alguna. Porque en ese instante es cuando uno se reencuentra consigo mismo, el de verdad, el que siempre se quedó escondido tras la ropa, tras las capas de lo ‘correcto’,

Llega entonces la cuarta acepción. La que reza que desnudar es desprenderse y apartarse de algo. Es entonces cuando uno debe decidir si se viste, o si la ropa ya le quema encima.

miércoles, 2 de enero de 2013

DISPARA


Todos tenemos un poco de tiradores. Ansiamos derribar el objetivo en el punto de mira.  En ocasiones queremos dar en el blanco para conseguir a la persona deseada. Otras, buscamos dar en el centro de la diana para avanzar en las casillas de un tablero cuya meta es la de lograr ser mejor profesional. Y en muchas  otras ocasiones, nos gustaría saber que tenemos las espaldas cubiertas por otro tirador, por aquello de si fallamos.

No sé si tengo buena o mala puntería pero estreno 2013 con este blog, mi particular campo de tiro. Cambiarán los objetivos, los entornos, pero la idea seguirá siendo la misma: dar en el clavo.

Y lo hago sabiendo que todos, aunque a veces sin darnos cuenta, somos también objetivos de otros tiradores. No pienso quedarme quieta así que… ¡DISPARA!