martes, 30 de junio de 2015

Los cuatro elementos

Mírame bien porque esto que ves es una sola persona. Mírame a fondo porque aquí están todas las que me amaron y a las que alguna vez amé. Ellas me han hecho quien soy. Ellas me han querido, me han dejado y me han dejado quererlas. Ellas me han arrastrado por todos los estados del corazón, y, gracias a ellas, hoy conozco muy bien los cuatros elementos de la materia afectiva:

ENAMORARSE, ESTAR ENAMORADO, QUERER Y AMAR.

ENAMORARSE es FUEGO. Un proceso que todo lo quema y todo lo consume, sobre todo a quien lo profesa. Como toda auto-combustión, afortunadamente no dura para siempre. Nadie sobreviviría mucho tiempo a esa ceguera, a esa falta de cordura, a esa cerrazón. Pero tampoco sabríamos cicatrizar sin haberla sufrido nunca. ¿Quién no ha sido nunca un pirómano por amor? ¿Quién no ha fingido poder controlarlo? ¿Quién no ha negado lo que era evidente? En esta hoguera de las banalidades, la madera que más prende es la fantasía, las llamas se tiñen todas de rojo pasión, el humo que nos ciega resulta extremadamente tóxico, y hay que andarse con ojo, pues los celos son sus cenizas.

ESTAR ENAMORADO, en cambio, es AIRE. Oxígeno. Inspiración. Llenar el corazón de sangre nueva. Sacarlo a tomar el fresco. Abrir sus ventanas y dejar que corra el aire, que entre la luz. Todo huele a nuevo, a necesario y a conveniente. En esta apartada orilla se respira mucho mejor, dónde va a parar. Como toda brisa, al principio es totalmente inofensiva, pero si se nos va de las manos y dejamos que venga racheada, puede estar anunciando tormenta o incluso acabar en huracán. Por eso es importante que se levante con cierta frecuencia a un ritmo constante, lindo y suavecito. Que empuje, sí, pero que no despeine.

QUERER es TIERRA, posesión y pertenencia. Delimitación, frontera y exclusión. O quieres conmigo o quieres contra mí. Hectáreas de deseos mezquinos y egoístas. Por eso es peligroso querer mucho y sin control, porque aquello que quieres, tarde o temprano, te acabará poseyendo. Las vallas son muy frecuentes cuando se quiere así. Rígidas normas y controles de seguridad, vigilancia veinticuatro horas en forma de leyes morales y miedo, mucho miedo a perder lo que uno tiene. Lo que a este amor le falta es justo lo que acabará estrangulando: su libertad.

Por eso, AMAR es AGUA. La combinación estable y perfecta entre la energía del hidrógeno y la vida del oxígeno. Unidos pero flexibles. Cohesionados, pero adaptables. En otra palabra, contradictorios. Fluir sin voluntad de correr, liberar con intención de atrapar, vivir el futuro como si se acabase ayer. Peligros…todos los que te puedas imaginar: la tensión superficial, que mantiene una impermeabilidad ficticia; las corrientes, que nos pueden arrastrar sin darnos cuenta adonde no queremos estar; y la temperatura de ebullición, porque aunque no lo parezca, si te descuidas, también esto puede hervir…y evaporarse.

Texto extraído del último libro de Risto Mejide

miércoles, 17 de junio de 2015

Hoy

Hoy es uno de esos días en los que, aún sabiendo que estás cometiendo un error en la forma, el fondo te dice que hay cosas que es necesario hacer. Sin embargo, no puedo evitar acordarme de aquella canción de Mecano que decía eso de “me cuesta un rato hacer las cosas sin querer”.

Hoy es uno de esos días. O quizá fue ayer o hace tres semanas, o un mes. Un día te das cuenta de que la situación que estás viviendo no te hace feliz. Que al dar una negativa tomaste una decisión que lo único que te ha devuelto es la sombra de lo que un día creíste conocer y una decepción tan grande que hacen que la bofetada de realidad sea tan enorme que tengas que volver a leer la acepción de egoísmo en el diccionario para poner nombre al asunto.

Así, te das cuenta de que se te han acabado los reversos de tanto darle la vuelta a la piel y que las ideas, quizá por el cansancio, ya no salen a borbotones para poner solución a una situación que cae por su propio peso.

Mi error, -que sé que he cometido muchos, especialmente en los últimos días cuando la rabia no me ha dejado actuar con la templanza que me hubiera gustado-, es moverme por los tiempos que siempre marcaron los demás: por sus horarios, sus normas, sus necesidades, sus circunstancias, sus malos días… Poco a poco, ves cómo vas postergando tus necesidades, tus circunstancias y tus malos días, haciéndose una bola enorme y cayendo en una autogestión que a veces se convierte en una montaña difícil de escalar con dos manos y dos pies.

Cada uno somos como somos. Hay gente que no quiere ayuda en los malos momentos (respeto); personas a las que no se puede ayudar (admiración); y hay otros (mea culpa) que sí necesitamos en momentos complicados una palabra de aliento. Solo eso. Me hubiera bastado con una. Pero mi negativa a continuar un sinsentido creo que me ha salido demasiado cara. 

La vida nos enseña que no siempre se puede tener esa palabra de aliento, al menos si no hay nada a cambio, ni siquiera aunque se pida por favor. Lo que duele es que esa palabra de aliento (que no de ayuda) no venga de un amigo. Y lo más triste es que ya no espero que llegue. Por eso un día te levantas, te miras al espejo y te ayudas preguntándote “¿qué necesitas?”.

Apagué la luz. Salí de la habitación. Y aquí estoy quemando una biblioteca más.

lunes, 15 de junio de 2015

El mundo

El mundo ha roto,
el mundo estalla
y puede parecer que yo estoy loco,
pero tan solo quiero que te quedes en mi cama.

El mundo mata,
el mundo muere,
y no quisiera yo darle la espalda,
tampoco suplicarle que me espere.

El mundo salta por la ventana,
y yo mordiendo el rojo de tu cara,
regateando a la conciencia entre tus alas.

El mundo acaba,
el mundo pierde,
y por la boca mueren nuestras almas,
jugando a ser amantes inocentes.

Y si mañana no queda más que un ángel,
y si mañana tan solo somos aire,
y si mañana nos encuentran enredados
que nos dejen descansar del mundo así.
Quiero escapar de este mundo así.

viernes, 5 de junio de 2015