lunes, 23 de febrero de 2015

El puzle

La vida es como un puzle. A medida que vamos creciendo, vamos encontrando nuevas piezas, encajando unas con otras, rellenando los huecos en blanco. Hay piezas que por mucho que les des la vuelta una y otra vez, no encajan. Hace falta que el puzle se nutra de otras para que, en ese preciso momento, y solo en ese, esa pieza encuentre su lugar y encaje formando una imagen cada vez más y más grande.

Hay piezas llave. Cuando esas encajan, todas las demás que se resistían encuentran su lugar. Entonces, como si de magia se tratase, el puzle se completa.

Yo tenía uno de esos puzles completo. Al menos eso creía. Cuidé con esmero que cada una de las piezas encajara a la perfección de manera natural y nunca forcé la llegada de las piezas claves. Por lo menos, esa fue siempre mi intención. Y es que cada pieza necesita su tiempo para poder contar una historia. Poco a poco, una a una, fueron encontrando su sitio hasta hacer que el resto encajaran solas.

El puzle se quedó en la habitación, ocupando un gran espacio. Era extraño concebir la idea de dicha habitación sin el puzle. Se limpiaba con esmero a diario y se encolaba con pasión para que las piezas no se movieran más de lo necesario por el paso del tiempo.

Sin embargo, un día, me detuve a examinarlo de cerca. Algunas piezas habían desaparecido. Al principio, eran piezas de los laterales, insignificantes. No quitaban, al parecer, sentido a la imagen del puzle. A simple vista, solo hacían el cielo del mundo que reflejaban más pequeño o lo llenaban de metafóricas nubes grises por el color de la mesa en la que estaba apoyado el lienzo de cartón.

Poco a poco, y aunque se intentaba que no fuera así, el puzle comenzó a perder piezas principales, haciendo que la imagen careciera de sentido, que se volviera incompleta. Después, desaparecieron las piezas claves. La imagen torno a abstracta. Yo sabía la imagen que había, pero no porque se viera realmente. Solo el recuerdo de lo que fue en su momento y que yo conocía de memoria, era lo que quedaba de verdad sobre aquella mesa gris.

Decidí entonces desmontar el puzle. Quitar cada pieza, separar las unas de las otras con cuidado para no romper aquello que tanto había costado montar y que tanta satisfacción había provocado. El puzle quedó reducido a piezas sueltas. Hoy, yace en una caja. Inerte. Sin historia que contar. Como aquella de la vida que mostró.

lunes, 9 de febrero de 2015

Se fueron veranos...

Se fueron veranos, vinieron inviernos.
Fuera nevado, aquí dentro lloviendo.
Calló sobre tejados secando el sufrimiento 
O a veces demasiados
caprichos de entretiempo.

Prudente tú, prudente yo
Cobardes los dos cuando dijimos adiós.
Prometimos amor eterno que duró un momento 
Y cambió de color cuando el suelo fue cemento. 

Queda el recuerdo de unos labios que suspiraron cada tira de la piel.
Fue como serme fiel y probar la miel 
y cantar en pie con el alma abierta.

Nos quisimos bien.
Nos quisimos bien. 
Nos quisimos bien. 

Fuimos libertad de improvisar 
Los senderos que se cruzan para respirar. 
Fue ternura.
Fue verdad.