martes, 26 de marzo de 2013

Poemas en el tejado

Y si se apagan las luces
si se enfrían las manos...



Vida inventadas

Cada uno se inventa la vida que quiere llevar para que, cuando la suya propia le golpee con dureza, pueda defenderse pensando en la otra, la imaginaria. Yo, que tengo poco aguante, tengo que cambiar de vida imaginaria una vez al mes... por lo menos.

sábado, 23 de marzo de 2013

Lo mejor es no preguntar

Cuando crees que conoces todas las respuestas, llega el universo y te cambia todas las preguntas. Nunca preguntes por qué. Los porqués no existen. Solo te conducen a la tristeza y te hacen caer en el pozo. La gente no actúa con normalidad. Sus resortes muchas veces no tienen sentido. Y si uno no se comprende a sí mismo, ¿cómo va a comprender a los demás?

Gracias Albert.

jueves, 21 de marzo de 2013

Suerte Julio


Llevo días retrasando el escribir este texto. Supongo que me impone hablar de dignidad humana en los tiempos que corren. Sin embargo, en medio de tanta mierda, de lo correcto e incorrecto, de la corrupción, los sobres, la falta de sentimientos o el exceso de ellos, puedo decir que creo en el ser humano.

Hace unos días, en el despacho de un histórico Ayuntamiento del Corredor del Henares, su ‘cabeza’ decía adiós. Sus opositores aseguran que abandona, huye, se marcha cobardemente dejando los problemas de la ciudad en ciernes o pasados de vueltas, en muchos casos. Y quizá tengan razón. Yo también lo pensaba hasta que escuché las razones que tenía el señor Julio Setién, -hasta esta tarde alcalde de San Fernando y a partir de esta noche, un jubilado más-,  para abandonar su puesto, una vez cumplidos los 65 años. Se va porque se lo debe a su mujer, “porque tengo una obligación moral con ella”.

No hay más. Su mujer le necesita en el momento más duro de su vida y no puede, ni debe, ni quiere que pase un segundo más estando lejos de ella, preguntándose a cada segundo si está dónde debe estar realmente si se queda en el Ayuntamiento cumpliendo hasta el final de la legislatura.

En un mundo donde meter la mano en el saco está de moda,  bien visto y poco castigado. En un país donde diputados, senadores y concejales de pacotilla alargan sus carreras políticas hasta dejar escuálida a la teta del Estado mientras otros se prostituirían por lamerle apenas los pezones, él decide irse por algo tan poco de moda como es la lealtad a los suyos. Porque cuando la vida te da golpes, y el de la guadaña amenaza con quitarte a lo más preciado que tienes, todo deja de tener sentido y serías capaz de darle tu alma al diablo para conseguir cambiar las tornas.

Afortunadamente esas almas no se venden a la codicia, no se compran con dinero. ¡Suerte Julio!  

viernes, 15 de marzo de 2013

Decisiones


No sé por dónde empezar y tampoco si lo que saldrá de este texto tendrá algún sentido. Sin embargo, alguien me dijo hace poco que lo mejor para sacar la mierda es tirarla en un papel, aunque éste nunca vea la luz. 

Escribo con la única intención de quitarme el nudo de la garganta para arrancar de una vez a llorar. Esa sana necesidad fisiológica que últimamente me cuesta mucho hacer en condiciones, -supongo que reprimida por la frustración y la rabia-, y que me ayudaría a ver las cosas con más claridad. También está la opción de que escribir me ayude a tragarme las lágrimas y que éstas me aclaren por dentro las ideas. Ambas opciones me valen. Así que escribo.

Hoy es uno de esos días en los que uno de mis mayores miedos acecha y tambalea mis cimientos. Nunca me he llevado bien con la incertidumbre. Me marea, me desestabiliza, no me hace pensar con claridad, me bloquea y me hace sentir estúpida y, en ocasiones –muchas quizá- actuar como tal.

Tengo que tomar demasiadas decisiones. No me gusta pero son necesarias. Como decía aquella canción “me cuesta mucho hacer las cosas sin querer”. Pero hay que hacerlo. No se puede demorar más. Tengo que pensar en lo que quiero y cómo lo quiero, aunque la esencia de las cosas que deseo cambiar me haga tan feliz que me cueste imaginarme desprendida de ella.

Así que aquí  estoy… meditando, decidiendo. Agotada de tantas vueltas en mi cabeza, de esta noria entre el puedo y el debo, entre lo que quiero y lo mejor para mí (y aclaremos que ambos puntos nunca coinciden).

Y tengo la impresión de que no podré darle forma hasta que alguien se abra el abrigo, extienda los brazos y me deje acurrucarme durante un instante mientras me dice eso de “tranquila, que todo va a salir bien”.

viernes, 8 de marzo de 2013

Mi abuela María

Hoy es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. No me voy a andar con miramientos ni palabras políticamente correctas. ¿Por qué cojones se celebra el Día Internacional de la Mujer? ¿Acaso lo hay del hombre?

Me parece increíble que clases de defensa personal, carreras con camisetas de color rosa o lecturas en clave femenina puedan representar ni un ápice el orgullo o la realidad de ser mujer hoy en día. No necesito que nadie me felicite por ser lo que soy, ni mucho menos que lo haga con un curso rápido de exaltación de mi femineidad que, por otro lado, ya me encargo yo de tenerla bastante alta día a día.

Cuando veo celebraciones como las de hoy, no puedo evitar acordarme de mi abuela María. Ella sí que representó cada día de su vida ser una MUJER (con mayúsculas y sin etiquetas) sin permitir que nadie la premiara por ello. Y lo hizo abriendo, sin saberlo, el camino a la igualdad que hoy en día tenemos en muchos aspectos pero que a veces parece que nos jode reconocer. Será por ello que tengo la impresión de que nos cerramos puertas aposta, enrocadas en un victimismo que flaco favor nos hace.

Mi abuela se casó tres veces. Tuvo tres hijos de tres hombres diferentes. Para entonces, ya había sacado adelante a su padre y sus hermanos con su trabajo y valentía. Después, lo hizo con sus hijos, muchas veces completamente sola por culpa de los zarpazos de la vida.

Sin embargo, a pesar de los reveses, no permitió nunca que nadie le dijera lo que tenía que hacer o no por ser mujer, ni mucho menos toleró que le impusieran el modelo de cómo ser una buena madre, viniera de quien viniera esas lecciones.

Mi abuela fue esa mujer que trabajó cuando “tenía que quedarse en casa”, que gritó contra “lo que no era lo normal” o que, de puntillas para ponerse a su altura –física porque en la moral le sobrepasaba con creces-, se encaró con un cura para decirle aquello de “¡cómo vuelva a poner la mano encima a mi hijo (mi padre), le mato!”.

¿Celebrar el Día de la Mujer? Perdonarme que me ría pero creo que hoy, en lugar de calentar para la Marcha solidaria, me vaya al cementerio a reencontrarme con quien posiblemente alucinaría si viera lo poco que hemos avanzado por la igualdad desde que ella se marchó.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Secretos


A veces ocultamos la verdad a la gente que queremos por, decimos, no hacerles daño. La realidad, y todos los sabemos, es que les ocultamos la verdad porque no queremos perderles, porque deseamos que sigan a nuestro lado. 

Sin embargo, ¿cómo se interpreta cuando descubres que tú eres la mentira? Es decir, que ocultan tu existencia, circunstancias, o la verdad que te rodea al resto por “no hacerles daño”. ¿A quién no se quiere perder entonces? ¿Qué importancia se le da entonces al objeto del secreto?