Mírame bien porque esto que ves es una sola persona. Mírame
a fondo porque aquí están todas las que me amaron y a las que alguna vez amé.
Ellas me han hecho quien soy. Ellas me han querido, me han dejado y me han
dejado quererlas. Ellas me han arrastrado por todos los estados del corazón, y,
gracias a ellas, hoy conozco muy bien los cuatros elementos de la materia
afectiva:
ENAMORARSE, ESTAR ENAMORADO, QUERER Y AMAR.
ENAMORARSE es FUEGO. Un proceso que todo lo quema y todo lo
consume, sobre todo a quien lo profesa. Como toda auto-combustión,
afortunadamente no dura para siempre. Nadie sobreviviría mucho tiempo a esa
ceguera, a esa falta de cordura, a esa cerrazón. Pero tampoco sabríamos
cicatrizar sin haberla sufrido nunca. ¿Quién no ha sido nunca un pirómano por
amor? ¿Quién no ha fingido poder controlarlo? ¿Quién no ha negado lo que era
evidente? En esta hoguera de las banalidades, la madera que más prende es la
fantasía, las llamas se tiñen todas de rojo pasión, el humo que nos ciega resulta
extremadamente tóxico, y hay que andarse con ojo, pues los celos son sus
cenizas.
ESTAR ENAMORADO, en cambio, es AIRE. Oxígeno. Inspiración.
Llenar el corazón de sangre nueva. Sacarlo a tomar el fresco. Abrir sus
ventanas y dejar que corra el aire, que entre la luz. Todo huele a nuevo, a
necesario y a conveniente. En esta apartada orilla se respira mucho mejor,
dónde va a parar. Como toda brisa, al principio es totalmente inofensiva, pero
si se nos va de las manos y dejamos que venga racheada, puede estar anunciando
tormenta o incluso acabar en huracán. Por eso es importante que se levante con
cierta frecuencia a un ritmo constante, lindo y suavecito. Que empuje, sí, pero
que no despeine.
QUERER es TIERRA, posesión y pertenencia. Delimitación,
frontera y exclusión. O quieres conmigo o quieres contra mí. Hectáreas de
deseos mezquinos y egoístas. Por eso es peligroso querer mucho y sin control,
porque aquello que quieres, tarde o temprano, te acabará poseyendo. Las vallas
son muy frecuentes cuando se quiere así. Rígidas normas y controles de
seguridad, vigilancia veinticuatro horas en forma de leyes morales y miedo,
mucho miedo a perder lo que uno tiene. Lo que a este amor le falta es justo lo
que acabará estrangulando: su libertad.
Por eso, AMAR es AGUA. La combinación estable y perfecta
entre la energía del hidrógeno y la vida del oxígeno. Unidos pero flexibles.
Cohesionados, pero adaptables. En otra palabra, contradictorios. Fluir sin
voluntad de correr, liberar con intención de atrapar, vivir el futuro como si
se acabase ayer. Peligros…todos los que te puedas imaginar: la tensión
superficial, que mantiene una impermeabilidad ficticia; las corrientes, que nos
pueden arrastrar sin darnos cuenta adonde no queremos estar; y la temperatura
de ebullición, porque aunque no lo parezca, si te descuidas, también esto puede
hervir…y evaporarse.
Texto extraído del último libro de Risto Mejide
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