lunes, 1 de abril de 2013

Lecciones

Quizás la más grande y mejor lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia.

La frase no es mía. Adolf Hitler la dijo en sus últimos años dejando patente que como orador no tenía precio, mal que le pese a muchos. Décadas después me temo que vamos a tener que darle la razón porque, a pesar de él, y entre otras muchas cuestiones, ni hemos aprendido a hacer la paz en lugar de la guerra, ni a dejar de discriminar por razón de sexo, nación o religión ni a no imponer ideas a golpe de ‘dictadura’ o, simplemente, a golpes.

El ser humano es un animal -cada vez creo que mucho más animal que alguno de cuatro patas- de costumbres. Como tal, repite de manera crónica errores y acciones contra del prójimo y uno mismo sin aprender de su historia. Tanto unas como otras tienen una carga de fascismo, soberbia y, cuanto menos, mala idea

En cuanto a las primeras, intentamos de manera vehemente imponer nuestros pensamientos al resto, hacerles andar por el (nuestro) cauce correcto, infiriendo decisiones a su (nuestro) antojo aunque ellos piensen lo contrario.

Con nuestra realidad somos peores todavía. Nos cuesta demasiado admitir errores o, mejor dicho, cambiar nuestras pautas para evitar los mismos resultados. “La profesora me ha suspendido”, “mi novio me ha dejado”, “me han echado la bronca en el trabajo pero la culpa es de aquel compañero que…” . Todos alguna vez hemos dicho frases de este estilo como excusa para no reconocer un error propio y aprender. Quien diga que no, miente

Es mucho más cómodo para el intelecto pensar, y creer ciegamente, que fueron las circunstancias las que provocaron que algo nos saliera mal y no que nuestras incorrectas acciones son las que nos alejaron de nuestro propósito. Repetimos constantemente las pautas de nuestra historia esperando que éstas den lecciones al mundo de la grandeza de nuestros cojones y perfección, sin querer reconocer que la realidad nos suspende cada día y nos pone a todos en nuestro sitio.

Quizá Hitler se equivocaba. Aprender, aprendemos. Lo que ocurre es que somos demasiado dictadores como para aplicar la lección. 

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