Ernest Hemingway : "Se necesitan dos años para aprender a hablar
y sesenta para aprender a callar"
Es curioso cómo solemos guardar
silencio cuando más tenemos que decir y más deberíamos hablar. Las ideas claras,
el objetivo definido pero, cuando llega el momento de mostrar nuestra
opinión, necesidad, requerimiento o deseo alto y claro, las palabras se esfuman.
¿Miedo? ¿Incapacidad? ¿Bloqueo?
Sinceramente creo que tiene más que ver con agudizar los sentidos. Exentos de la
capacidad de hablar, pones a funcionar a la enésima potencia todo tu ser. Yo
que no callo nunca, suelo enmudecer y me vuelvo más observadora, una capacidad que
estoy desarrollando mucho más de lo que creía. Y utilizando la vista y el oído como traductores de realidades,
encuentras las respuestas en la comunicación verbal y no verbal de tu
interlocutor.
Miradas esquivas o directas,
falta o exceso de gesticulación, ausencia de contacto o contacto forzado, explicaciones
carentes de sentido, frases contradictorias, justificaciones innecesarias, palabras por inercia.... Pequeños detalles que te
ofrecen todas las respuestas que pretendías encontrar con preguntas y que te
desmontan cualquier opinión, necesidad, requerimiento o deseo que ibas
a manifestar. Porque, quizá, ya no tenga sentido hacerlo.
Por ello callas. Solo observas y escuchas…
en el amplio sentido de la palabra.
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