jueves, 9 de mayo de 2013

Yo perdí


Un empleo.
Rutinas que mejoraban un mal día o redondeaban uno bueno.
La visión de mi abuela caminando por el pasillo con una bandeja cargada de rosquillas.
La sensación de llegar tarde.
La confianza infinita en que hay gente que nunca te falla.
Las ganas de aguantar reproches y buscar excusas.
El estrés de correr para dar la noticia a tiempo.
Sentirme deseada.
Los cafés para husmear en la ‘basura’ de un Ayuntamiento cualquiera.
La paciencia para los lamentos de quien, teniéndolo todo, siguen buscando motivos para llorar.
La idea de que la sangre siempre tira.


Esas son algunas de las cosas que he perdido durante las últimas semanas. No tengo intención de perder mucho más. Y no, no voy a rezar para conseguirlo pese al consejo de algunos. Porque, a pesar de todo, lo que no he perdido es la fe... en mí. 

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