lunes, 22 de julio de 2013

Mudos puntos de inflexión

Frases péndulo: dícese de aquellas que hacen que la realidad se menee y oscile hacia otra dirección. Suponen el fin de una era de quietud y el consecuente comienzo de otra en movimiento. Se traducen en un cambio, un punto de inflexión, el inicio de un camino, quizá para volver al mismo punto pero, durante un período de tiempo, un camino diferente.

Todos sabemos de qué estamos hablando. Identificamos esas frases en cuando las oímos. Algo dentro nos dice: “A partir de ahora ya nada será igual”. Incluso cuando el que la menciona no es consciente de su trascendencia, el resorte que hace saltar en su contertulio hace que la realidad cambie en ese preciso instante. Es lo que llaman la fuerza de las palabras.

La ausencia de ellas también genera cosas. Este fin de semana un amigo se preguntaba en su estado de Facebook  dónde van las palabras que no se dicen. El aluvión de respuestas no se hizo esperar.

A manifestarse con ciertas molestias en el cuerpo. Fue una de las primeras explicaciones. Está claro que cuando las cosas no se dicen, se hacen bola y, en ocasiones, acaban generando malestar físico: quitan el apetito, generan nerviosismo, dolores de cabeza…

Al país de lo que pudo haber sido. Supongo que aunque muy alegórica y poética es una de las respuestas más cargadas de verdad. Uno no consigue normalmente lo que quiere si no abre la boca y lo pide. ¿Cómo era eso? Quien no llora, no mama. Si no mostramos nuestras inquietudes, nuestros deseos o lo que queramos mostrar es complicado a veces que la otra persona lo sepa y que se materialice. En este mundo los adivinos no existen. Si así fuera, seríamos todos ricos.

A estados misteriosos en Facebook. Esta respuesta se puede enlazar con la anterior. Y es que hay quien usa las redes sociales como arma arrojadiza para decir lo que no se atreve a decir, para lanzar ese reproche que no tiene narices a formular a la cara o simplemente para hacer encender las luces de emergencia y que otra persona se dé cuenta de cuán jodidos, felices o tristes estamos, por poner varios ejemplos.

Al arrepentimiento. A cangrenarnos por dentro. Directamente a nuestras cabezas, a dar vueltas. Fueron las respuestas que completaron la terna de explicaciones a tan espinosa pregunta. Aunque de un tiempo a esta parte cada vez que uso el término “el arrepentimiento” directamente mi subconsciente  completa la frase con un “no existe”, lo cierto es que dicen por ahí que hay que arrepentirse solo de las cosas que se quedaron en el tintero, nunca de las hechas. Todos sabemos que silenciar las cosas también nos puede generar ese ‘run run’ mental tan molesto.

Y ahí es cuando enlazamos con la primera parte del texto. A veces lo que se dice y lo que no acaba suponiendo lo mismo: puntos de inflexión. Entonces, el péndulo comienza a oscilar, imitando al sonido del tic tac del reloj.

P.D.: Pedro, no vuelvas a preguntar nada que luego me da por ponerme reflexiva. Ahí tienes algunos argumentos por si lo del libro sigue en pie :)

1 comentario:

  1. No creo que nada de eso sea así. El mismo arrepentimiento puede ser característica de lo expuesto o de lo guardado.
    En realidad las palabras que no se dicen forman una paradoja, porque las palabras que no se dicen nunca podrán ser verdad ni tampoco mentira.

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