jueves, 10 de enero de 2013

(Auto)crítica


A veces es bueno, necesario más bien, ponernos delante del espejo para hacer un poco de autocrítica. Evaluar nuestras acciones y ver las consecuencias que pueden tener en los que nos rodean. Porque, aunque el ser humano es egoísta por naturaleza, la gente que nos rodea es precisamente la que motiva o modifica lo que nosotros hacemos.

Cada día te pones en la piel de tu madre, tu padre, tus amigos, tu pareja, tu amante… Les intentas entender, comprender, les aceptas como son y actúas en función de su forma de ser, incluso supeditando tus acciones, tus deseos a ello. Supongo que a eso se le llama querer.

Sin embargo, ¿en qué punto dejamos de querernos a nosotros mismos para querer más al resto? ¿Por qué un día lo que quiere la otra persona, lo que necesita o a lo que está acostumbrado tiene que pesar más que lo que nosotros queremos, necesitamos o estamos acostumbrados?

Quizá mi autocrítica de hoy está en reconocer que no pido las cosas, que no digo qué necesito de manera directa. Que doy demasiadas vueltas esperando que la otra persona, con su particular y única forma de ser, se percate de lo que busco y actúe en consecuencia. Así que ahí va mi mea culpa:  yo (te) quiero. Solo necesito escucharlo también.  

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