jueves, 21 de marzo de 2013

Suerte Julio


Llevo días retrasando el escribir este texto. Supongo que me impone hablar de dignidad humana en los tiempos que corren. Sin embargo, en medio de tanta mierda, de lo correcto e incorrecto, de la corrupción, los sobres, la falta de sentimientos o el exceso de ellos, puedo decir que creo en el ser humano.

Hace unos días, en el despacho de un histórico Ayuntamiento del Corredor del Henares, su ‘cabeza’ decía adiós. Sus opositores aseguran que abandona, huye, se marcha cobardemente dejando los problemas de la ciudad en ciernes o pasados de vueltas, en muchos casos. Y quizá tengan razón. Yo también lo pensaba hasta que escuché las razones que tenía el señor Julio Setién, -hasta esta tarde alcalde de San Fernando y a partir de esta noche, un jubilado más-,  para abandonar su puesto, una vez cumplidos los 65 años. Se va porque se lo debe a su mujer, “porque tengo una obligación moral con ella”.

No hay más. Su mujer le necesita en el momento más duro de su vida y no puede, ni debe, ni quiere que pase un segundo más estando lejos de ella, preguntándose a cada segundo si está dónde debe estar realmente si se queda en el Ayuntamiento cumpliendo hasta el final de la legislatura.

En un mundo donde meter la mano en el saco está de moda,  bien visto y poco castigado. En un país donde diputados, senadores y concejales de pacotilla alargan sus carreras políticas hasta dejar escuálida a la teta del Estado mientras otros se prostituirían por lamerle apenas los pezones, él decide irse por algo tan poco de moda como es la lealtad a los suyos. Porque cuando la vida te da golpes, y el de la guadaña amenaza con quitarte a lo más preciado que tienes, todo deja de tener sentido y serías capaz de darle tu alma al diablo para conseguir cambiar las tornas.

Afortunadamente esas almas no se venden a la codicia, no se compran con dinero. ¡Suerte Julio!  

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